Biocombustibles ¿Solución o suicidio?

El mundo sufre actualmente uno de los peores escenarios en materia de precios del petróleo y de ciertos alimentos básicos tales como el trigo, maíz, arroz, etc. La economía mundial se sostiene sobre el petróleo como fuente de generación de energía. Sin ello el desarrollo actual habría sido imposible.

Sin embargo en casi tan sólo un siglo de consumo hemos quemado para producir energía lo que la naturaleza demoró millones de años en formar. El petróleo es un recurso no renovable y deberá agotarse.

Como solución ha aparecido una alternativa denominada biocombustibles. Estos a diferencia del petróleo que fue formado de manera natural, debe ser fabricado a partir de organismos recientemente vivos o sus desechos metabólicos. De éstos se han desarrollado principalmente dos: el bioetanol y el biodiésel. El bioetanol se fabrica a partir de maíz, sorgo, caña de azúcar, remolacha, trigo y cebada. El biodiésel por su parte se fabrica a partir de aceites vegetales ya usados o sin usar. En otras palabras, los biocombustibles se fabrican a partir de alimentos. Se requiere convertir alimentos en combustible, o sea quemar alimentos.

¿Es que a la humanidad le sobran alimentos y estamos empleando esas sobras para dicho propósito?

Detrás de todo esto hay una enorme desinformación e intereses económicos y políticos que provocan giros de apoyo o en contra de su utilización.

Como ventajas de los biocombustibles se ha esgrimido que reducen la emisión de gases efecto invernadero, que cuesta menos, y que son rendidores.

Algunas fuentes afirman que el balance neto de emisión de dióxido de carbono por el uso de los biocombustibles es cero, ya que lo que por un lado al generar CO2 producto de la combustión, éste se consume posteriormente en forma natural por las mismas plantas o vegetales que producen las semillas materia prima, al realizar la fotosíntesis. Sin embargo muchas de las operaciones llevadas a cabo para producir el biocombustible, como es el uso de maquinaria agrícola, la fertilización y el transporte de materias primas, emplean petróleo lo que genera un balance a favor o positivo de emisiones de CO2.

Se debe mencionar además que los países pobres que ven esto como un ahorro en la importación de petróleo están deforestando grandes áreas de espacio natural, que incluyen selvas y bosques para crear plantaciones de biocombustibles. Es decir, justamente lo contrario que se esgrime como beneficio: reducir la emisión de CO2. Para deforestar incendian, y las plantas que reemplazan al bosque nunca limpian de CO2 la atmósfera como lo hacían las especies arbóreas anteriores. Es decir, todo mal.

Pero el problema no termina allí. Los efectos económicos sobre los precios de los alimentos estamos comenzando ya a verlos. Los agricultores están sustituyendo la producción de alimentos por cultivos destinados a biocombustibles. Incluso se sabe de casos que han llegado a destruir cultivos de trigo recién sembrados para cambiarlos por maíz.

El mundo necesita desde hace ya tiempo reemplazar las fuentes de energía por otras renovables y baratas. Ellas existen, no tengo la menor duda, pero los intereses económicos y políticos son demasiado poderosos. Estos evitan a toda costa su desarrollo e implementación. El limón hay que exprimirlo hasta que dé la última gota.

En resumen, los biocombustibles parecen cumplir con ese antiguo refrán español: “Pan para hoy, hambre para mañana”.

No quisiera ser agorero, pero me da vueltas en la cabeza una profecía de los mayas, quienes tenían el calendario más exacto y que no dejan de sorprenderme por sus conocimientos: el cambio de era vendrá el 21 de diciembre de 2012. Tal vez estamos en manos de Ixtab la diosa del suicidio Maya.